lunes, 20 de febrero de 2012

Sea lo que sea

Me picaban los ojos. 
En realidad era una excusa muy pobre, llorar siempre me había parecido cosa de niñas.
No vi venir el golpe. De hecho ni si quiera lo esquivé.
Por eso me dio fuerte. Donde mas duele. En el orgullo.
Aunque no me destruyó por completo, siempre voy prevenida, ya sabes "sea lo que sea será por dentro". Por eso ya (casi) no me pillan.
Pese a todo me picaban los ojos, seguían insistiendo en precipitarse unas lagrimas de pena, asco, envidia, rabia y lástima (de lo que pudo haber sido y que nunca será).
Tu me mirabas con esos ojos que siempre había catalogado de "esquivos". Efectivamente, estabas avergonzado y no querías que te viera. Los cobardes se arrepienten dos veces.
Cuando dijiste que no querías hacer daño y que no sabías que hacer me hubiera gustado decirte que te estabas equivocando, que así no se saca una bala.
Y tal y como me ha pasado hoy en el despacho 201, solo silencio encontraste. Un muro silencioso que esperaba derribarse cuando tu decidieras dejar de construir (no me malinterpretes, las ruinas tienen sus encantos).

Me retiro con un relativo orgullo por haberme colocado la primera y no haber hundido la cáscara de nuez en la que solo cabías tú.




Nos queda el tesoro de vernos poco.