lunes, 28 de noviembre de 2011

No estoy

Su existencia era insoportable. Demasiado como para si quiera darse cuenta por si mismo.
Oh dios, mi Némesis.
Es como lamer un trozo de metal y notar el regusto en el paladar.
Por eso me acerqué por la espalda. No me gusta pegar a gente sin que me vean llegar, es como si contara con un factor sorpresa que no me perteneciese.
Lo reconozco, agarré una barra metálica y le di en un costado. al parecer se quedó sin respiración unos segundos, lo que me dio la oportunidad de golpearle otra vez.
Ya no tenía ese factor a mi favor. Cuando se dio la vuelta me miró. 
Vi sus ojos y como me odiaba.
No me había imaginado aquella cantidad de cosas en un mismo momento.
Escupió a mis pies y cogió aire. Noté como recuperaba la compostura y agarraba la barra de hierro y me la quitaba sin que opusiera resistencia.
La tiró lejos. 
Se fue.
Nunca mas volví a verme.








Homeless

jueves, 24 de noviembre de 2011

Olor a miedo

En invierno siempre pasa lo mismo, las calles por la noche estan vacias.
sobre todo cuanto mas cerca estás del mar, donde hace mas frío que entre los aburridos edificios.
-Esos pisos de ahí siempre están a oscuras. No da el sol, solo la luna. Grises, los olvido.
Había estado casi una hora aferrando el banco metálico con las dos manos y tirando, dejando salir de mi boca pequeños improperios y gruñidos, luchando por arrastrar el maldito mamotreto hasta la orilla, para poder hablar contigo.
Me caían lagrimas de impotencia por la cara pero al final conseguí llevarlo hasta allí, frente al mar. Donde más frío hacia. 
-Me entran ganas de llorar
Era normal. Estabas sobre un tablón de madera, en un mar helado, mecida por el movimiento de las olas, sin volcar. Te agarrabas las piernas y las rodeabas contra tu cuerpo gélido y blanquecino. Tenias el pelo áspero y  notaba como te subía el rencor por el estómago por las ganas de vomitar. Miedo, odio y siempre frío.
-Siempre amenazas con desembarcar.








I missed you so much.

domingo, 13 de noviembre de 2011

La belleza está en los ojos del que mira

Cuando el invierno llegó nos jodimos de frío. 
En el sótano donde dormías estábamos a cinco grados, casi brillabas en la oscuridad. 
Las paredes grises estaban recubiertas de humedades oscuras, y los tres ventanucos no arrojaban luz sobre nada. Tu camastro roñoso y oxidado estaba apoyado contra una de las paredes. El moviliario de la habitación se reducía a eso y a una vela en el suelo, además de un taburete en el que me sentaba a mirarte encerrados en el hexaedro de piedra.
Todo con su correspondiente humedad, que carcomía y se congelaba por las noches.
Te tapabas hasta arriba con la manta y se te salían los pies por debajo. No se que pasaba por tu cabeza en esos momentos, en silencio, mirando tus calcetines, decidiendo que parte del cuerpo preferías helarte. Luego te hacías una bola en la estrecha cama. y me mirabas en la oscuridad. Siempre en el taburete ennegrecido, en manga corta y sin zapatos, a mi el frío ya no me jode.
Estabas un poco azul a veces, con los labios de un color feisimo. 
- Ya no me acuerdo de cuando no hacía frío.
- Yo ya no me acuerdo de como encendías la vela.



I missed you so bad

domingo, 6 de noviembre de 2011

Siempre es solo un instante

El cielo se estaba oscureciendo. La noche no daría paso al día nunca más. Daba paso a otro momento. 
Estaban intoxicando las estrellas, perdían su brillo paulatinamente; la luna desaparecía, como si anocheciera en mitad de la noche.
Las casas y edificios caían, se perdían en la negrura. Familias que dejaban de verse, simplemente ya no existían. Las paredes de mi habitación se caían, entró el frío de la última noche por todas partes. 
Humanidad que ahora te desvaneces, ¿que te está sucediendo?
Silencio que arrancaba sonidos de mi garganta. Era un grito que estaba huyendo de mi interior, nada quería quedarse, ni mi aliento, ni ese último auxilio al que pudiera oírme para sacarme de allí, yo estaba en el centro de la destrucción. Con su presencia.
Todo se destruía a su alrededor, no al mio. Eso implicaba mi muerte en unos segundos, para dejar vagando su presencia por encima de su creación. Mejor, por encima de la destrucción de la creación. 
- ¿Qué está sucediendo? 
Me intenté hacer oír por su presencia. Una de sus manos tocó mi mejilla, su tacto era infinitamente suave, cálido y frío. Frío. Muy frío. Mi cara estaba cambiando de color. La enfermedad se extendía por mi piel, la dejaba seca, flácida, muerta. La vejez llegaba.
- Es el principio.
Lágrimas. Mis piernas no aguantaban, eran unos huesos recubiertos por una fina capa de piel. Muerte en vida.
- ¿El principio de qué?
- El principio del fin.

Y así es la obsesión. Tu mundo se desmorona alrededor de lo que te provoca esa necesidad. Todo acaba cuando sitúas a alguien en el centro de tu universo, una enfermedad que te corrompe y está contigo hasta el prematuro final. La obsesión de las obsesiones, el amor, cuando solo queda ella.









I love something that death can't touch

martes, 1 de noviembre de 2011

Más frío que las cosas frías

Desde arriba hacia abajo. Ras ras. Otra vez. 
Una cara inmóvil frente a un espejo del tocador donde ella estaba sentada reflejaba una mirada durísima que atravesaba el cristal.
Ras ras. El peine caía una y otra vez sobre su pelo. 
Unos pasos inquietos se oyeron por el pasillo. Alguien apoyó la mano en el picaporte y la puerta cedió. 
Al entrar aquella figura en la habitación la estancia se ensombreció y el tiempo pareció detenerse unas milésimas. Su rostro era demasiado impersonal. Andrógino hasta un extremo insospechado. Vestido aquel personaje de negro dejó sin aliento a la mujer que se peinaba. Sin embargo no cesó en su tarea. 
Ras. Ras.
- Estaba esperando que hicieras eso.
Mantuvo la vista fija en sus propios ojos. Tensión.
- ¿Qué hiciera el que?
- Dejarme
La luz volvió un poco y el tiempo se restauró por completo. La figura de negro se sentó en una butaca del fondo de la habitación sin dejar de mirarla y sin apoyar la espalda en el respaldo. No había descanso posible.
Tragó saliva audiblemente.
- Lo mataste... Él se arrodilló y te pidió perdón por todo. Se arrepintió a tus pies, suplicó por su vida. Lloró un río de lágrimas. Y simplemente lo mataste.
Ras. Ras.
El peine cayó sobre el tocador. La cara del personaje se ocultó en la penumbra.
- Yo también estoy arrepentida, pero eso como ves, no vale nada. Que humanidad. ¿Notas ese olor?, quizás es comida. ¿Ahora notas el hambre que te desgarra? No, claro que no. Yo me arrepiento todos los días de no seguir siendo. ¿Notas el sueño? Ese sofá mullido debe ser muy cómodo. No, claro que no lo notas. ¿Qué vas a sentir tú, ángel caído del cielo?. Ya no sentimos nada. Me arrepiento. Claro que se arrepiente él también, ahora que Dios sea el que perdone, no Satán. Vete.





I TOLD YOU SO