domingo, 25 de septiembre de 2011

A jodernos de frío

Poco a poco el invierno había llegado hasta el bosque, hasta el lago.
Un hombre ataviado con un viejo abrigo avanzaba por un sendero casi cubierto por la espesa nieve. Detrás iba una muchacha con los pies empapados y fríos. Llevaba en la mano un espejo redondo donde se iba mirando cada pocos pasos, por eso se quedaba rezagada siempre unos segundos.
El hombre, que se dedicaba a la caza, había adquirido una pieza poco común; una hija ida, a la que se dedicaba a fastidiar y a maltratar psicologicamente, como pago por la comida, escasa, que le daba.
A la muerte de la madre, devolvieron a la niña a su lugar de nacimiento. Desde pequeña había dado muestras de su incapacidad para controlar los impulsos más básicos, así como su poca paciencia y su falta de cariño hacia otras personas. Solo tenía un espejo.
El bosque se iba clareando, llegaban a una zona abierta, donde un inmenso lago helado separaba dos orillas no muy distantes. 
- Volvemos a casa. -La niña empezó a seguir la linde del bosque, pero el cazador la retuvo, tiritaba con ganas.- No, atravesaremos, es más corto.
La hija despreciada miró al infinito, ignorando a aquel señor que le habían plantado como padre. El vaho salida de su boca.
El cazador inició la marcha, se estaba congelando. El hielo era grueso y muy consistente. 
La niña no se movió. De hecho se miró en el espejo.
El padre se empezó a impacientar. Los insultos saltaron en tropel de su boca, dando la orden clara de que le siguiera a través del hielo. 
Hiriente indiferencia obtuvo. 
Cuando oyó el ruido ya era tarde. Una inmensa grieta había separado sus pies más de un palmo. Cayó al agua sin oponer ni una mínima resistencia. Empezó a chapotear penosamente. Se le agarrotaron las extremidades al contacto con el agua fría y emitió una serie de extraños ruidos que venían a ser una llamada de auxilio. El aire entraba helado y enfriaba los pulmones. Intentó sin éxito agarrarse al hielo, que sin duda no era tan grueso como había imaginado. Fue hundiendo la cabeza y boqueando.  Poco a poco el invierno llegó a su interior.
La desheredada siguió andando y no le dedicó espacio en su cabeza a la memoria de su padre.




How many times can a man turn his head, pretending he just doesn't see? 

jueves, 22 de septiembre de 2011

Hijos de puta del planeta tierra en general.

Din-don. 
Silencio en el pasillo.
Diiiiiiin-don.
Unos pies descalzos que apenas rozaban el suelo se dirigieron hacia la puerta con lentitud y parsimonia. 
Con un leve roce del pomo se abrió la puerta.
La extraña entró y pasó a convertirse en invitada. El anfitrión, de pelo rubio platino y cejas casi inexistentes se encogió de hombros. La guió hasta la cocina. 
Sus finas facciones y su figura esmirriada y envuelta en una especie de bata de hospital hacían juego con la casa, decorada en un tono demasiado minimalista.
 -¿Quieres algo?¿Agua?¿Almas?Tengo alguna en la nevera, si quieres te la caliento.
La antigua extraña y nueva invitada se sentó en la encimera de mármol. Sus piernas colgaban pero no balanceaba los pies.
- Solo un vaso de agua.
El anfitrión avanzó con cuidado hacia el fregadero y le tendió un vaso lleno de agua limpia y cristalina. La antigua extraña y nueva invitada metió dentro la mano derecha y la dejó reposar allí dentro.
- Estaba cansada de acusar a la gente con el dedo, lo tenía entumecido
- No es de buena educación señalar a nadie con ninguna cosa.
El silencio se apoderó de la conversación y no les dejó decir nada mas por el momento.
Pasados unos interminables años la antigua invitada que se había vuelto a convertir en extraña sacó la mano del vaso en el que apenas no quedaba ya agua y habló:
- Ahora si me tomaría una de esas almas, pero fría no del tiempo.





Gentuza que va de lista

sábado, 17 de septiembre de 2011

Después de que te fueras.

Un enorme reloj de manecillas negras y alargadas marcaba el tempo en la habitación. Colgado del techo.
Allí tiradas en un colchon amarillento estaban las dos.
-Cada hora viene instigada por la anterior. Las 15:59 estan muy presionadas. Demasiado. A penas sesenta segundos van a dar paso a la hora mágica. 
-Sesenta segundos. A penas una minucia de tu vida.
-De mi vida no es nada. Un minuto de mi tiempo no lo puedes tocar con los dedos. Yo uno de los tuyos si.
-Me duele ver como pasa el tiempo sin ti. Te olvida como un amante caprichoso, como un amo que busca cariño en un arisco gato. Te ignora y no te quejas.
Tras unos segundos de silencio el reloj de Mazzel produjo un sonido que les cortó la respiración.
Bip-bip. Bip-bip. 16:00.
-Es la hora mi amor, es la hora.
Las cuatro de la tarde cayeron como una niebla densa y oscura. Se removieron incomodas en el momento.
-Me cuesta verte vivir. Me cuesta mucho, cuando veo como te crece el pelo, las uñas; como cada día el humo infecta tus pulmones y te cuesta una milésima de segundo mas respirar. Me cuesta dejarte seguir. Ver como te mueres en vida en lugar de quedarte conmigo, estancada en las aguas del pasado. Te corrompes.
- Odio cuando te alejas de mi, caes en la brecha del infinito. Odio cuando tardas horas en hacer tareas de segundos, solo por el placer de verlas lentamente. Odio mirarte mientras ves florecer las jardineras, cuando acaricias el viento, notas cada olor por separado. Me alejo de ti sin remedio, viendo como salgo del agua que nos cubría hasta la cintura, y llego a la orilla del mar dónde todos los granos de arena son iguales a mis ojos.
- Y tan diferentes a los míos.



Oigo tus palabras huecas como las cuencas de tus ojos.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Muertos que matan

Unos días antes de morir Gottfried dispuso todos sus asuntos.
Tramitó el cochino papeleo de su herencia, especificó que ninguno de sus órganos le fuera sacado y convocó a la totalidad de sus familiares y amigos en la sala del hospital.
Así dijo:
- En vista de que esta larga enfermedad en un breve lapso de tiempo va a llevarme al fin de mi tiempo, os pido como único ruego que el día de mi funeral sucedan las siguientes cosas:
1- Mi funeral se celebrará de cuerpo presente, yo en el centro, vestido con el traje de lino azul y los zapatos nuevos.
2- Todos vosotros asistiréis vestidos elegantemente.
3- Beberéis, cantaréis y os regocijaréis.
Os pido que juréis ante mi, aún con cordura y vida, que cumpliréis mis pequeñas peticiones.
Al principio, dichas enmiendas produjeron un ligero escándalo, pero ante aquel pobre moribundo, ¿que podía importar festejar una muerte?. Si aquella era su voluntad, era simple y sencilla de cumplir.
Todos juraron.

Días mas tarde, prepararon el funeral. Gottfried fue vestido y maquillado con sus mejores galas y situado en el centro de una habitación cuadrada con las paredes forradas de papel pintado. Al rededor se dispusieron unas mesas con las mejores botellas de la reserva de Gottfried, a petición suya. 
Poco a poco la muchedumbre apenada que había entrado dio lugar a otro tipo de gente mas dicharachera que iba y venía con la copichuela en la mano. 

A la mañana siguiente la policía discutía entre los cadáveres.
- ¿Cómo podemos condenar a un muerto?
El forense se rascó la parte posterior del cráneo y levantó las cejas.
- Nos han ahorrado el tener que vestirlos y maquillarlos para meterlos en sus ataúdes.





Let the bodies hit the floor