domingo, 11 de noviembre de 2012

Reflexiones sobre sueños

Me hundí en el sofá sin posibilidad de escapar de su suave abrazo.
Sentía como el sueño me atrapaba. Empezaban las imágenes.

Las rampas habían invadido la ciudad como un cáncer. Las paredes de rojo ladrillo mudaban a piedra gris por segundos. 
Unas nubes densas cubrían el cielo, el sol en este mundo de piedra era prescindible.
La salvación me fue entregada. Depositaron en mis manos un conejo blanco, Fortuna le dicen.
Cuidé y vigilé la Fortuna del mundo, protegiendo aquella metáfora allá dónde iba. 
Sucedió en un momento dado, que caminando con tranquilidad por las calles grises, bajo el cielo gris, con aquella maravilla entre mis brazos, le encontré.
Apoyado despreocupadamente contra una verja de un establecimiento cerrado hacia años. 
No estaba solo. 
Fortuna se escapó. Para no volver.
Corrí tras ella pasando cerca del fantasma del pasado. Grité su nombre. 
Caí al suelo.

Me desperté con un frío húmedo pegado a mis extremidades. En casa ya había movimiento.
- ¿Mamá?
Se abrió la puerta. Salió entonces un rico olor de la cocina.
- Ya es a comer cariño.- Mis tripas rugieron con evidente aceptación.
Decidí sentarme a la mesa. Cuando miré el plato sonreí. Me carcajeé.
La fortuna siempre vuelve a nosotros, aunque sea en forma de plato único.





La señora que cazó una liebre con sus propias manos.

martes, 25 de septiembre de 2012

El día que me presentaron a la Suerte

Llevo tres días soñando con ella. supongo que son historias que se llevan por dentro hasta que les pones solución, o hasta que los sudas por los poros de tu piel pesadilla tras pesadilla.
Nunca entendí su manera de hacer las cosas y por eso la echo y la echaré muchísimo de menos.
Ya no me sirven los vagos consuelos de haberla visto un par de veces por la calle, junto con su mirada de eterna indiferencia y su pelo.
Estaba tan suave en mis pesadillas.
Las grietas se agarraban a los bordes de su última visión. Se reía y corría escaleras abajo, dónde yo ya no podía seguirla.
Por lo menos me queda el consuelo de saber que te usó a ti de segundo plato. Que al verse sola se agarró a la más puta de las pasiones.
La quise.
La quiero.
Duele pensar en las cosas perdidas, sobre todo al cabo de un tiempo.
Te llamé guarra a voz en grito, quería venganza contra tu cráneo. No me pareció elegante.
Ya sufrirás por su culpa. A esta edad es terrible.
Te odio como no odié a nadie por habérmela quitado. Sin posibilidad de recuperación.


- Te lo llevaste todo y con todo te puedes quedar. Lo merezco pero no lo quiero. Me voy a soñar que te persigo, a ver si en esta ocasión puedo atrapar tu estela.

martes, 3 de julio de 2012

Como si no fuera suficiente que los cadáveres huelan mal.

Día 1. Vuelve
"Pues me voy de casa". Esas han sido las ultimas que me han oído decir en casa. He salido corriendo hacia mi cuarto, he cogido una mochila, los porros y tres camisetas. Desodorante, dinero y el móvil.
La cartera. Casi me la dejo. He salido por la puerta del patio y me he metido en el callejón. 
El tabaco. Eso si que había sido una putada. Me he tirado una hora pidiendo un cigarro, la gente esta muy pobre.
He cogido el autobús que me llevaba al centro. Desde allí he llamado a Lemi. Me ha dicho que donde ella vive con sus compañeros de piso puedo quedarme todo lo que quiera. 
Lemi es una tía de puta madre, siempre lleva ropa desteñida. Tiene unas rastas de colores y un atrapasueños tatuado en mitad del pecho. La gente nos mira mucho por la calle, parecemos pareja.
Cuando he pisado su portal olía a pis de gato. Pese a la cantidad de basura que se apretaba contra las paredes como si tuviera asco de mi me ha parecido el mejor sitio del mundo.
Le he contado mis problemas mientras fumábamos.
Solo me ha dicho:
- Les jodes más allí que aquí. Si quieres vuelve.


Día 2. Duele
Hoy he vuelto borracho al portal. Con ella de la mano. 
Me han ofrecido pastillas en la dichosa rave. Por un momento me lo he planteado, pero alguien me dijo que el estado mental influía en las drogas. No me apetecía tanto el estar metido mi primera noche de fugado.
El portal estaba a oscuras aunque eran casi las siete de la mañana. El día empezaba nublado y mi vista también. 
Veía la camiseta de Lemi completamente distorsionada, solo podía fijarme en que sus manos estaban demasiado blancas. Ella estaba demasiado en su mundo. 
Hemos tropezado con una de las bolsas de la puerta y me he rajado desde el codo hasta el hombro. Lemi lo ha llamado un corte limpio.
he llegado goteando y nos hemos manchado los dos. Nos hemos tumbado en el colchón apestoso sobre el que dormimos y hemos caído como si lleváramos un mes sin cerrar los ojos. la música resonaba en mi cabeza.
Se ha girado un momento y me ha preguntado que si me duele.


Día 3. Huele
Lemi estaba despierta y fumando algo en la pequeña ventana que da al patio interior del piso infernal.
Estaba demasiado mareado. Necesitaba comer algo, pero no había nada.
El corte del brazo se me ha despegado del colchón con sonido de cremallera. Es bastante mas grande de lo que me esperaba. Ademas de que esta ennegrecido. no se cuantas horas hemos dormido.
De camino al centro para ver a los colegas me lo he tapado con papel higiénico. busqué por todas partes hasta que encontré el pincho metálico oxidado que me había desgarrado como una puta la noche anterior. Parecía alambre de espino de la segunda guerra mundial. Un par de cucarachas han ralentizado mi búsqueda. nunca me han gustado esos bichos.
Lemi estaba triste y resacosa. Dice que eso de mi brazo muy bien no le huele.


Día 4. Muere
Mis padres están en la sala del hospital mirándome. Me han llevado allí dos amigos y Lemi y han llamado a mi casa. 
El corte al parecer estaba infectadisimo y me estaba haciendo algo en el cuerpo.
Yo solo podía pensar en el colchón, y en Lemi dormida.
Tenia muchísimo frío. 
Estaba demasiado cansado como para abrir los ojos. Poco a poco algo tiraba de mi conciencia hasta que les he visto entrar.
Mi madre me miraba con la cara muy larga. Mi padre estaba mas enfadado que en su vida.
Me ha cogido la mano Lemi y me ha dicho muchas cosas. No he entendido ninguna. 
No siento las yemas de los dedos.
Al final ha dicho algo como "un chico como tu no muere".

viernes, 22 de junio de 2012

El camino que todos recorremos

-¿Y que le cuento yo entonces a mi familia?
-Cuéntales la verdad, que no valen ya de nada sus sentimientos, que tu deseo es acompañarme. Es la única oportunidad de no perderte en el camino. 
Mi silencio le hizo entender que las dudas se habían atesorado en mi interior.
-No les digas nada. Ellos entenderán.
Engañada y aturdida, dolida y enfadada, me arrastré por los pasillos de mi casa hasta la puerta. Estaba abierta como en un sueño. 
Las cortinas azuladas se movían al son de un viento de extraña procedencia.
Aquel hombre me esperaba en la puerta. 
No estaba definido, no tenía miedo.
Me agarró del brazo y empezamos a andar calle arriba. Hacia caminos desconocidos.
-Una vez me dijeron que aquel que no tiene miedo es libre.
-El que no tiene miedo está muerto.
-¿No es lo mismo? 
-La muerte no es más que cuestión de tiempo, quien teje los hilos de tu final es él y no otro. El amor  lo encuentras con el tiempo, cuanto mas te aferras a las personas de tu alrededor mas cariño y afecto las tienes. La libertad depende del tiempo, somos esclavos de los segundos, de los minutos, de las horas.
-Entonces el tiempo es miedo. 
-No querida, el tiempo es lo que pasa.

lunes, 4 de junio de 2012

Alí, para siempre.

Shelil podía andar sobre el agua.
Si hubiera intentado cruzar un lago paseando, habría dejado a las gentes asombradas.
Sus pies se habrían apoyado sobre la superficie sin siquiera turbarla, y paso a paso habría llegado a la otra orilla con los pies secos.
Es una lastima que nunca en toda su vida descubriera aquel maravilloso don.
Shelil pertenecía a una tribu nómada que vivía en mitad del desierto desde que él podía recordar, y allí las extensiones de agua solo le interesaban para seguir vivo.
Dedicaba su vida a correr con los otros niños, tirarle del pelo a las niñas y lanzar piedras a animalillos que se cruzaban por las dunas.
Shelil murió unos meses mas tarde de cumplir los 35 años. Su cadáver se secó al sol junto con los del resto de los miembros de su tribu.
Aunque eso él no lo sabía, como el hecho de que fuera el único ser humano que podía caminar por el agua.
Nunca vio el mar, pero aprendió a caminar sobre un océano de arena.








The last chance

miércoles, 2 de mayo de 2012

Mis extrañas entrañas

Eché a caminar un martes. Lo supe porque los martes en mi barrio siempre hace viento. 
Las hojas de los árboles se mecían. Al principio con calma y después con algo más de velocidad.
A mi no me cambiaba la cara. Tenía un amargo sabor de boca desde hacia un par de días, que provocaba un gesto en mi de profundo asco.
fui subiendo escaleras hacia el campo. Andaba y andaba en contra del viento. El frío me helaba las manos y las piernas, pero la dirección estaba clara. Siempre hacia delante.
La gente me veía pasar, algunos me saludaban, otros ignoraban mi presencia. 
Continué con la penosa marcha, acosada por el hambre y por las drogas. Acosada por el viento que me quería devolver a casa.
Perdí de vista el bosque, las ramas, las hojas. Perdí de vista a la gente. 
Los problemas empezaron cuando empecé a perder otras cosas. 
En un momento de pánico me llevé la mano a la cabeza. Mi pelo se estaba viendo arrastrado poco a poco por el viento. Algunos mechones se agarraban con afán a mi cabeza. Otros se habían quedado muy atrás. 
Mis pestañas y mis cejas habían desaparecido, al igual que el vello de mis brazos y de mis piernas. 
La piel estaba tensándose sobre mis músculos y una serie de quemaduras habían invadido casi todo mi cuerpo.
La marcha forzada continuaba, aunque no con el mismo brío. Cada paso costaba más darlo, cada uña perdida, cada parpadeo lento y doloroso me hacían pensar en volver.
Pero no.
Mis piernas dejaron de aguantarme y comencé a arrastrarme. Lastimeramente, deseando llegar. 
Mis huesos se desgastaban y mis pensamientos se diluían. Llegaba al final.
Entonces te vi. Y comprendí.
Intenté asirte pero mis dedos se desmenuzaron. 
El viento lo habías provocado tú. Cada pestañeo, cada palabra, cada movimiento, cada acción. Hasta tus pensamientos me habían desgastado.
Cuando me viste completamente tirada a tus pies, solo escupiste:
-Te lo dije.








La nueva búsqueda.

lunes, 16 de abril de 2012

Para gente como tú no hay vacuna

Llevo siendo ciega 19 años.
Lo he descubierto esta tarde en Estrecho. No veo a la gente. Dios si los viera vomitaría.
"Cafetería Estrecho" me ha abierto los ojos. He intentado ver si alguien entraba allí. Estaba tan vacío que pensé en la quiebra segura de aquel antro. Tenía un bonito letrero, gris y negro. Negro solamente. Me da lo mismo.
Tampoco puedo oler.
No se como se llama la gente que no tiene esta capacidad pero formo parte de este colectivo de desgraciados.
No me ha llegado el olor de lo que estaban fumando dos colgados, a mi vera. Entre el quiosco de la ONCE y yo. Qué irónico.
Soy sorda.
Siendo sinceros, quizás el hecho de que estuviera escuchando odio a un volumen indecente tiene algo que ver con esto. Con auriculares.
Ya no oigo la mierda que dicen.
Ni la veo.
Ni la huelo.
Pero se que están ahí.










My guts glow in the dark

domingo, 8 de abril de 2012

Comida de tontos

Descubrí que tenía un problema con la comida cuando terminé con el segundo bocadillo.
La situación decidió que era hora de tentarme, así que hizo que yo tuviera que cargar con las viandas hasta su destinatario. Uno mio, otro suyo. Cuando acabe el mio, comencé el suyo.
Esto me hizo pensar que así es la vida. Te comes lo de los demás, lo tuyo nunca es suficiente.


-Y por esto, señor, no puedo trabajar de repartidor de pizzas.

martes, 27 de marzo de 2012

Sangramos tinta

Me di cuenta de que tu cuaderno hablaba solo cuando lo abrí por vez primera. Soltaba unas frases inconexas porque por fin había enloquecido.
Ya no hablabas con él. 
Lo consolé haciéndole caricias con una pluma cara, dibujando corazones y otras cosas bonitas. Le dije que hablaría contigo para que no se sintiera mal. Pero me temía que todo fueran acciones inútiles.
Cuando te conté que estaba enfadado, loco y frío sobre el escritorio te dio igual; alegabas falta de tiempo, manos vacías, nada en los bolsillos y drogas.
A esas alturas, yo ya sabía que nunca volverías a hablarle, a darle calor, así que me lo llevé conmigo.
Le oía gritar en sueños todas las noches. Despertarse sudando tinta y pidiendo cosas que solamente tú podías darle. Me suplicaba que lo quemara.
Nunca supe que hacer con él.
Ya oigo como empieza otra vez.








Cenizas

martes, 13 de marzo de 2012

Hasta el cuello

Estaba sentada en la mesa de la cocina con unas tijeras, cortándome las uñas.
Llevaba más de un mes sin salir de allí, sobreviviendo a base de latas sin etiquetas, que abría sin pensar que estaría desatando. una de aquellas latas podía ser mi caja de Pandora.
Clac.
Un ínfimo trocito de mi se despegaba para no volver
Clac.
¿Tengo el pelo demasiado largo?
Clac.
Necesito.
...
Cuando volví a mirar me había seccionado la mitad del dedo índice. La escena quedaba enmarcada por una luz mortecina que entraba por la ventana.
Clac.
Nunca más podría volver a señalar con el dedo.
De pronto alguien abrió la ventana.


Cuando Alaine cogió la caja que llevaba escondida bajo llave cerca de tres generaciones, no consiguió descifrar la inscripción, apenas visible, que auguraba un funesto sino para aquel idiota que decidiera adentrarse en sus misterios.
La curiosidad llevaba torturándola cerca de una semana.
Tiró de la tapa y las bisagras gimieron con gusto.
Alaine fue abriendo la boca conforme levantaba la tapa, al tiempo que los goznes chillaban, haciendo que aquello pareciera terriblemente macabro, como si fuera su propia boca lo que no debía haber abierto.
La impresión la tiró para atrás. Una mano sin dedo indice se aferraba a los bordes. Se asomó una cabeza.
-Mi niña, ¿tengo el pelo demasiado largo?








Sleep with one eye open.

lunes, 20 de febrero de 2012

Sea lo que sea

Me picaban los ojos. 
En realidad era una excusa muy pobre, llorar siempre me había parecido cosa de niñas.
No vi venir el golpe. De hecho ni si quiera lo esquivé.
Por eso me dio fuerte. Donde mas duele. En el orgullo.
Aunque no me destruyó por completo, siempre voy prevenida, ya sabes "sea lo que sea será por dentro". Por eso ya (casi) no me pillan.
Pese a todo me picaban los ojos, seguían insistiendo en precipitarse unas lagrimas de pena, asco, envidia, rabia y lástima (de lo que pudo haber sido y que nunca será).
Tu me mirabas con esos ojos que siempre había catalogado de "esquivos". Efectivamente, estabas avergonzado y no querías que te viera. Los cobardes se arrepienten dos veces.
Cuando dijiste que no querías hacer daño y que no sabías que hacer me hubiera gustado decirte que te estabas equivocando, que así no se saca una bala.
Y tal y como me ha pasado hoy en el despacho 201, solo silencio encontraste. Un muro silencioso que esperaba derribarse cuando tu decidieras dejar de construir (no me malinterpretes, las ruinas tienen sus encantos).

Me retiro con un relativo orgullo por haberme colocado la primera y no haber hundido la cáscara de nuez en la que solo cabías tú.




Nos queda el tesoro de vernos poco.

lunes, 30 de enero de 2012

Tú y tu puta de-generación

Estaba realmente cabreado.
Llevaba una hora dando vueltas por su habitación. 
Y tu seguías ahí, sobre la cama. Tenías cara de sorpresa, cuando te conté todo lo que había pasado habías puesto esa estúpida expresión de "no me puedo creer lo que estoy oyendo".
Le pegué una patada a unas cajas llenas de libros. Ni si quiera te habías dignado a sacar todas tus cosas aún. 
Tu pelo caía sobre la almohada. No llevabas camiseta.
Habrías resultado una bonita escena porno si no hubiera sido por el enorme agujero sobre tu pecho izquierdo que había cubierto de sangre la mayor parte de la cama.
-Dijiste que te gustaba follar en ataúdes. Para ti era como reírte de la muerte. Ponías todo tu cuerpo en tensión y me atacabas porque sabías que no podía estar sin ti.
Y yo continuaba dando vueltas como si no tuviera nada mejor que hacer, paseando de una esquina a otra, golpeando con furia todos los objetos que tuviera a mano.
A tu lado estaban tirados parte de tus intestinos y lo que supuse que era tu estómago. No me preguntes porque no había tocado tu corazón. A sí, porque no tenías.
Ya decía yo que estabas más delgada que habitualmente.
No podía abrir y cerrar las manos con normalidad, las tenía pegajosas.
Levantaste la cabeza y me miraste directamente, empezaste a reírte.
-Así que no contento con tener que cargar conmigo viva cargaras conmigo muerta.
Días más tarde te follé por ultima vez en tu propio ataúd.










I've made my grave so I'll lie in it. I've dug my grave so I'll die in it.

domingo, 22 de enero de 2012

Arrancarte la sonrisa como te arranqué los ojos

Sonaba una melodía de fondo. Era un anuncio de la tele, de la casa contigua. 
Una farola que iba a morir alumbraba el salón del segundo piso del edificio más viejo del barrio.
Sobre el sofá descansaba una mujer, con un vestido negro, descalza y con el pelo recogido. Miraba al suelo fijamente.
Pegado a la puerta de la estancia, un hombre con los brazos cruzados y actitud nerviosa la miraba fijamente.
Ella habló primero.
-Esta mañana me han llamado, aunque no era para mi. Me he lanzado a por él y he contestado. De hecho me he asustado bastante. Ya no me acordaba para que servía ese aparato ni como sonaba.
-Déjame salir, por favor. 
El hombre se revolvió y rodeó a la mujer. Según andaba, levantaba un polvo milenario que allí se había asentado unos cincuenta años atrás, haciendo de su capa un sayo y proclamándose rey y amo de aquella maltrecha casa.
-Era una señora que preguntaba ansiosamente por alguien llamado Damian. Le dije que se había equivocado y que no volviera a llamar.
-Llevo aquí encerrado medio siglo. Solo, quiero irme. 
Se tiró a los pies de la mujer, puso su cara en sus rodillas y comenzó a lamerse mecánicamente la mano derecha mientras con la otra aferraba la falda negra.
La mujer puso una mano en su cabeza y la apartó, tirando al hombre al suelo, que siguió llorando.
-Te diré que yo llevo cincuenta años muerta y tu me atas a este mundo con tu estúpida locura. Para la gente como tu no hay sitio fuera de aquí Damian, así que haz el  favor de dejar de llorar como un niño, coge la escopeta de tu padre y ponte a pegar tiros en la calle. Mátalos a todos.
-Si madre.








There's a stain on my hand and it's red

martes, 17 de enero de 2012

Ayer se casaron mi polla y tu boca

Llevabas hablando casi media hora. No te callabas. 
Había sido un día horrible en tu oficina. El jefe llevaba abusando de ti desde hacia un par de meses, llevabas la vaselina al trabajo porque joderte era lo que más le gustaba.
Tu trabajo lo podía llevar a cabo cualquiera, ni si quiera sabías que el único motivo por el que seguías en esa empresa cobrando como el señor de mantenimiento era que la facilidad para meterse contigo era suprema. Si algo salía mal, ya estabas tú para comerte la mierda del culpable. 
Siempre habías sido un gilipollas.
Llevaba pensando eso aproximadamente desde hacía 25 años, desde que nos casamos.
Y por si fuera poco la pobreza acosante y la falta de amor en este matrimonio de mierda, eres un borracho.
Y un maltratador.
Me encantaba decirte esa palabra.
He de reconocer que siempre he sido una jodida camorrista, y que nunca pretendías matarme, solo hacerme daño. 
Aquel día, hacíamos los 25 años de infierno, y por supuesto, habías invitado a la mitad de la gente de tu oficina, a tus padres y a los vecinos. Vendrían para tomar un cóctel y celebrar una bonita unión que se estaba alargando demasiado. Se reirían de los chistes de tu jefe que hacía refiriéndose a lo imbécil que eras. 
Por cierto, me tiré a tu jefe en tu despacho hace dos meses.
Había encargado una estatua de hielo para ponerla en la mesa. Era una curiosa escultura con forma de cisne.
Eres un hortera.
Mientras pensaba todo esto tu seguías hablando agitadamente, con una copa de whisky. Faltaban dos horas para que la gente llegara y aún me ibas a montar un número.
-¿Me estás escuchando mujer?
Se me pasó una idea por la cabeza. 
-No.
Se te arrugó la nariz y sonreíste, con esa cara de gilipollas y tus dientes torcidos. Aún llevabas puesto el abrigo. Te giraste y soltaste una risilla, dándome la espalda.
Jodido imbécil, esa fue tu sentencia de muerte. 
Le arranqué la cabeza al cisne, que con un fino "crack" pasó a ser un excelente arma, que por supuesto, incrusté contra tu cabeza.
Tu expresión pasó de sorpresa a muerto. Estabas muerto. 
Aguanté la risa. Dejé la cabeza del descabezado cisne en la fuente. 
Te saqué la cartera del bolsillo, abrí la ventana de la cocina y la revolví un poco, me llevé el vaso de whisky aún lleno y esperé media hora.
Mientras piqué el hielo del cisne y lo metí en un cubo sobre la mesa. Coloqué todo en orden, pasando sobre tu cadáver sin tocarte ni un ápice y tras dar un agudo grito que le heló la sangre a los vecinos, llamé a la policía.
El papel de esposa desconsolada se me dio de puta madre. 
"Llegué a casa, y mi marido estaba ahí tirado. La ventana estaba abierta, me asusté muchísimo. Oh ¿cómo puede haberse muerto? Hoy celebrábamos nuestro 25 aniversario, los invitados, los cócteles... siempre era tan atento conmigo".
Los policías examinaban tu cuerpo. La palabra delincuente esporádico salió de sus bocas.
-¿Quiere una copa inspector? ¿Quizá un whisky con hielo?




This is a fucking desease

miércoles, 11 de enero de 2012

Canadá

Cuando desperté la angustia seguía ahí.
Había soñado, como tantas otras veces, como Luther King.
Saqué de debajo de mi cama una bola de calcetines usados y me los puse casi sin ver lo que estaba haciendo.
Arrastré los pies hasta la ventana. Por un momento pensé que era de noche. Las persianas de mi cuarto son negras por dentro.
Con la mano izquierda acaricié sensualmente la pared hasta dar con el interruptor. Mi cara se contorsionó.
-Hiiiiija de puta
Todo estaba siendo juzgado por una intensa luz amarilla artificial. Apague de nuevo la luz.
Mi cerebro estaba traicionero aquella mañana.
-Persiana, persiana.
Vi mi cama demasiado apetecible como para rechazarla y me dejé caer sobre ella.
El sueño me llamaba al fijo.
Cerré los ojos, a penas un segundo.




Cuando desperté la angustia seguía ahí.
Había soñado, como tantas otras veces, como Luther King.
Saqué de debajo de mi cama una bola de calcetines usados y me los puse casi sin ver lo que estaba haciendo.
Arrastré los pies hasta la ventana. Por un momento pensé que era de noche. Las persianas de mi cuarto son negras por dentro.
Con la mano izquierda acaricié sensualmente la pared hasta dar con el interruptor. Mi cara se contorsionó.
-Hiiiiija de puta
Todo estaba siendo juzgado por una intensa luz amarilla artificial. Apague de nuevo la luz.
Mi cerebro estaba traicionero aquella mañana.
-Persiana, persiana.
Vi mi cama demasiado apetecible como para rechazarla y me dejé caer sobre ella.
El sueño me llamaba al fijo.
Cerré los ojos, a penas un segundo.






Cuando desperté la angustia seguía ahí.
Había soñado, como tantas otras veces, como Luther King.
Saqué de debajo de mi cama una bola de calcetines usados y me los puse casi sin ver lo que estaba haciendo.
Arrastré los pies hasta la ventana. Por un momento pensé que era de noche. Las persianas de mi cuarto son negras por dentro.
Con la mano izquierda acaricié sensualmente la pared hasta dar con el interruptor. Mi cara se contorsionó.
-Hiiiiija de puta
Todo estaba siendo juzgado por una intensa luz amarilla artificial. Apague de nuevo la luz.
Mi cerebro estaba traicionero aquella mañana.
-Persiana, persiana.
Vi mi cama demasiado apetecible como para rechazarla y me dejé caer sobre ella.
El sueño me llamaba al fijo.
Cerré los ojos, a penas un segundo.






Cuando desperté la angustia seguía ahí.
Había soñado, como tantas otras veces, como Luther King.
Saqué de debajo de mi cama una bola de calcetines usados y me los puse casi sin ver lo que estaba haciendo.
Arrastré los pies hasta la ventana. Por un momento pensé que era de noche. Las persianas de mi cuarto son negras por dentro.
Con la mano izquierda acaricié sensualmente la pared hasta dar con el interruptor. Mi cara se contorsionó.
-Hiiiiija de puta
Todo estaba siendo juzgado por una intensa luz amarilla artificial. Apague de nuevo la luz.
Mi cerebro estaba traicionero aquella mañana.
-Persiana, persiana.
Vi mi cama demasiado apetecible como para rechazarla y me dejé caer sobre ella.
El sueño me llamaba al fijo.
Cerré los ojos, a penas un segundo.




Nunca más me equivoqué con el interruptor y la pared.

domingo, 8 de enero de 2012

Doña

Imaginaba que las partes que mas miedo daban de mi vida eran las que ocurrían por la noche, cuando a penas hay luz y te quedas a solas con tus historias, dolorosas. Cuando abres esas puertas durante el fallido intento de dormirte. El frío viene de dentro. El miedo es la triste comitiva.
Pero no. Era de día. Nada de penumbra, nada de bosques sombríos. No había sol cayendo o saliendo. No estaba a solas en una habitación ni huyendo. 
Estaba en mitad de una calle. Gente ajena a mi caminaba rodeándome. Para ellos era un estorbo momentáneo.
Nunca más iban a verme, ni a sentirme a su alrededor. Tampoco iban a recordarme. Que triste y pasajera era mi existencia para ellos. Y la suya para mi.
Eran olas en el mar. Llegarán y se lo llevarán. Salpican cuando pueden. Pero nunca se mantienen y siempre vuelven al mar donde nunca mas se sabe de ellas.
Me picaban los ojos por tenerlos tanto tiempo abiertos. 
Había un gato en una ventana, asomado. Con esa estúpida mirada de indiferencia que tienen los gatos. No sabia de que color era, ni el tamaño aproximado. Solo sabia que sus ojos se clavaron en los míos unas milésimas.
Yo seguí mirando en su dirección. Incomodandolo. Y como todos hacemos cuando vemos un gato dije:
-Psbsbsbsbsbsbs








A la mar, que es el morir.