jueves, 22 de septiembre de 2011

Hijos de puta del planeta tierra en general.

Din-don. 
Silencio en el pasillo.
Diiiiiiin-don.
Unos pies descalzos que apenas rozaban el suelo se dirigieron hacia la puerta con lentitud y parsimonia. 
Con un leve roce del pomo se abrió la puerta.
La extraña entró y pasó a convertirse en invitada. El anfitrión, de pelo rubio platino y cejas casi inexistentes se encogió de hombros. La guió hasta la cocina. 
Sus finas facciones y su figura esmirriada y envuelta en una especie de bata de hospital hacían juego con la casa, decorada en un tono demasiado minimalista.
 -¿Quieres algo?¿Agua?¿Almas?Tengo alguna en la nevera, si quieres te la caliento.
La antigua extraña y nueva invitada se sentó en la encimera de mármol. Sus piernas colgaban pero no balanceaba los pies.
- Solo un vaso de agua.
El anfitrión avanzó con cuidado hacia el fregadero y le tendió un vaso lleno de agua limpia y cristalina. La antigua extraña y nueva invitada metió dentro la mano derecha y la dejó reposar allí dentro.
- Estaba cansada de acusar a la gente con el dedo, lo tenía entumecido
- No es de buena educación señalar a nadie con ninguna cosa.
El silencio se apoderó de la conversación y no les dejó decir nada mas por el momento.
Pasados unos interminables años la antigua invitada que se había vuelto a convertir en extraña sacó la mano del vaso en el que apenas no quedaba ya agua y habló:
- Ahora si me tomaría una de esas almas, pero fría no del tiempo.





Gentuza que va de lista

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