viernes, 2 de septiembre de 2011

Muertos que matan

Unos días antes de morir Gottfried dispuso todos sus asuntos.
Tramitó el cochino papeleo de su herencia, especificó que ninguno de sus órganos le fuera sacado y convocó a la totalidad de sus familiares y amigos en la sala del hospital.
Así dijo:
- En vista de que esta larga enfermedad en un breve lapso de tiempo va a llevarme al fin de mi tiempo, os pido como único ruego que el día de mi funeral sucedan las siguientes cosas:
1- Mi funeral se celebrará de cuerpo presente, yo en el centro, vestido con el traje de lino azul y los zapatos nuevos.
2- Todos vosotros asistiréis vestidos elegantemente.
3- Beberéis, cantaréis y os regocijaréis.
Os pido que juréis ante mi, aún con cordura y vida, que cumpliréis mis pequeñas peticiones.
Al principio, dichas enmiendas produjeron un ligero escándalo, pero ante aquel pobre moribundo, ¿que podía importar festejar una muerte?. Si aquella era su voluntad, era simple y sencilla de cumplir.
Todos juraron.

Días mas tarde, prepararon el funeral. Gottfried fue vestido y maquillado con sus mejores galas y situado en el centro de una habitación cuadrada con las paredes forradas de papel pintado. Al rededor se dispusieron unas mesas con las mejores botellas de la reserva de Gottfried, a petición suya. 
Poco a poco la muchedumbre apenada que había entrado dio lugar a otro tipo de gente mas dicharachera que iba y venía con la copichuela en la mano. 

A la mañana siguiente la policía discutía entre los cadáveres.
- ¿Cómo podemos condenar a un muerto?
El forense se rascó la parte posterior del cráneo y levantó las cejas.
- Nos han ahorrado el tener que vestirlos y maquillarlos para meterlos en sus ataúdes.





Let the bodies hit the floor

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