domingo, 24 de abril de 2011

revelador

El espacio daba a unos garajes soleados. Había cierto murmullo inquietante. Niños.
Mi mano acababa en la mano de ella. Me miraba extrañada y no podía evitarlo. No me soltó pese a que sabía quienes éramos. Entonces los vi.
Estaban escondidos. Muchos lloraban en silencio. Se ponían el dedo en la boca, haciéndonos señas para que avanzáramos sin hacer ruido. 
Al final de la calle, una casa estaba especialmente llena de ellos.
Todos quietos. Uno de ellos se acercó a nosotras.
- Está arriba, lleva mucho rato pegándose, se hace daño. Hay golpes. Te necesita ahora.
Me guiaron hasta la habitación. Poco a poco los niños habían ido desapareciendo. Llegaban gritos de terror desde arriba y desde abajo. 
Las paredes eran a rayas verdes y blancas, verticales que se perdían en el suelo, y ella estaba de pie, con finos hilitos de sangre resbalando por su frente. Llevaba un camisón blanco largo hasta los pies, su gruesa figura se veía a contraluz, su pelo rubio enmarcaba su cara.
- Ya vienen.
Pasos en las escaleras, yo la seguía mirando a ella. Empezó a gritar, llorar, se volvió loca. 
En el quicio de la puerta había algo. Me gire rápido. Dos niñas, en aquella casa nada fuera de lo común. ¿ Venían con nosotras?¿Como habían encontrado el camino?.
- NO ME MIRES MUCHO QUE ME DUELEN LOS OJOS.
Un escalofrío recorrió mi espalda. Las miré fijamente y solté la mano de ella. Empecé a gritar. Me llevé las manos a la cabeza. Aquellas niñas estaban deformadas. Sus caras eran penosas imitaciones de vida. La que había hablado tenía un ojo mayor que el otro. La boca no le respondía bien, y sus extremidades estaban burdamente ancladas a su maltrecho cuerpo. La necesitaban. Dios.




Sweet dreams are made of this

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