miércoles, 5 de octubre de 2011

Renacer

El rey tenía miedo. Esa era toda la explicación que habían dado en la corte. De puertas para dentro, nadie sabía que estaba ocurriendo. La gente empezaba a inquietarse.
El monarca estaba aterrorizado, mirando hacia la ventana abierta de par en par, con un espléndido sol atravesando el marco, un hermoso cielo azul sin una sola nube. Cada vez que un pajarillo pasaba frente a la ventana, ahogaba un grito.
Estaba en tensión, como si fuera a saltar tras la cómoda de la habitación.
- Las historias de miedo se cuentan por la noche, cuando no hay luz y la oscuridad te atrapa, no sabes dónde estás ni a dónde te diriges. Por las noches vence el cuerpo y sientes esa necesidad de dejarte llevar por el sueño. Dejas de sentir y te abandonas a los sueños. O pesadillas.
Uno de los pajes reales, que estaba haciendo compañía en la cámara real, observó al rey con detenimiento. Le parecía un hombrecillo ridículo. ¿A caso ese enclenque miedoso y acobardado iba a defender su país de una guerra?¿A caso el amilanado ser al que rendían sus respetos iba dirigir un reino?. Una sonrisa amarga retorció el gesto. 
- Mi señor, ¿se da cuenta usted que es de día? Sus sueños aquí no pueden turbarle.
El aludido no apartó la vista de la ventana. Tembló. 
-¿Se da cuenta usted que tenerle miedo a un sueño es una soberana estupidez?Incluido a una pesadilla.Al fin y al apostre son solo imaginaciones nuestras, producidas por el Judas de nuestro subconsciente; no le tengo miedo a mis propias creaciones, es la realidad lo que temo. Esa imposibilidad de despertarse cuando uno ya está despierto, saber que no hay ningún control sobre nada. La realidad asusta y abruma hasta al más fuerte. En su caso, me andaría con más recelo a la hora de llamar imbécil al sumo soberano. Váyase a comer moscas y dígame si allá fuera es de día o si sigues soñando.




...y los sueños, sueños son.

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