martes, 1 de noviembre de 2011

Más frío que las cosas frías

Desde arriba hacia abajo. Ras ras. Otra vez. 
Una cara inmóvil frente a un espejo del tocador donde ella estaba sentada reflejaba una mirada durísima que atravesaba el cristal.
Ras ras. El peine caía una y otra vez sobre su pelo. 
Unos pasos inquietos se oyeron por el pasillo. Alguien apoyó la mano en el picaporte y la puerta cedió. 
Al entrar aquella figura en la habitación la estancia se ensombreció y el tiempo pareció detenerse unas milésimas. Su rostro era demasiado impersonal. Andrógino hasta un extremo insospechado. Vestido aquel personaje de negro dejó sin aliento a la mujer que se peinaba. Sin embargo no cesó en su tarea. 
Ras. Ras.
- Estaba esperando que hicieras eso.
Mantuvo la vista fija en sus propios ojos. Tensión.
- ¿Qué hiciera el que?
- Dejarme
La luz volvió un poco y el tiempo se restauró por completo. La figura de negro se sentó en una butaca del fondo de la habitación sin dejar de mirarla y sin apoyar la espalda en el respaldo. No había descanso posible.
Tragó saliva audiblemente.
- Lo mataste... Él se arrodilló y te pidió perdón por todo. Se arrepintió a tus pies, suplicó por su vida. Lloró un río de lágrimas. Y simplemente lo mataste.
Ras. Ras.
El peine cayó sobre el tocador. La cara del personaje se ocultó en la penumbra.
- Yo también estoy arrepentida, pero eso como ves, no vale nada. Que humanidad. ¿Notas ese olor?, quizás es comida. ¿Ahora notas el hambre que te desgarra? No, claro que no. Yo me arrepiento todos los días de no seguir siendo. ¿Notas el sueño? Ese sofá mullido debe ser muy cómodo. No, claro que no lo notas. ¿Qué vas a sentir tú, ángel caído del cielo?. Ya no sentimos nada. Me arrepiento. Claro que se arrepiente él también, ahora que Dios sea el que perdone, no Satán. Vete.





I TOLD YOU SO

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