martes, 17 de enero de 2012

Ayer se casaron mi polla y tu boca

Llevabas hablando casi media hora. No te callabas. 
Había sido un día horrible en tu oficina. El jefe llevaba abusando de ti desde hacia un par de meses, llevabas la vaselina al trabajo porque joderte era lo que más le gustaba.
Tu trabajo lo podía llevar a cabo cualquiera, ni si quiera sabías que el único motivo por el que seguías en esa empresa cobrando como el señor de mantenimiento era que la facilidad para meterse contigo era suprema. Si algo salía mal, ya estabas tú para comerte la mierda del culpable. 
Siempre habías sido un gilipollas.
Llevaba pensando eso aproximadamente desde hacía 25 años, desde que nos casamos.
Y por si fuera poco la pobreza acosante y la falta de amor en este matrimonio de mierda, eres un borracho.
Y un maltratador.
Me encantaba decirte esa palabra.
He de reconocer que siempre he sido una jodida camorrista, y que nunca pretendías matarme, solo hacerme daño. 
Aquel día, hacíamos los 25 años de infierno, y por supuesto, habías invitado a la mitad de la gente de tu oficina, a tus padres y a los vecinos. Vendrían para tomar un cóctel y celebrar una bonita unión que se estaba alargando demasiado. Se reirían de los chistes de tu jefe que hacía refiriéndose a lo imbécil que eras. 
Por cierto, me tiré a tu jefe en tu despacho hace dos meses.
Había encargado una estatua de hielo para ponerla en la mesa. Era una curiosa escultura con forma de cisne.
Eres un hortera.
Mientras pensaba todo esto tu seguías hablando agitadamente, con una copa de whisky. Faltaban dos horas para que la gente llegara y aún me ibas a montar un número.
-¿Me estás escuchando mujer?
Se me pasó una idea por la cabeza. 
-No.
Se te arrugó la nariz y sonreíste, con esa cara de gilipollas y tus dientes torcidos. Aún llevabas puesto el abrigo. Te giraste y soltaste una risilla, dándome la espalda.
Jodido imbécil, esa fue tu sentencia de muerte. 
Le arranqué la cabeza al cisne, que con un fino "crack" pasó a ser un excelente arma, que por supuesto, incrusté contra tu cabeza.
Tu expresión pasó de sorpresa a muerto. Estabas muerto. 
Aguanté la risa. Dejé la cabeza del descabezado cisne en la fuente. 
Te saqué la cartera del bolsillo, abrí la ventana de la cocina y la revolví un poco, me llevé el vaso de whisky aún lleno y esperé media hora.
Mientras piqué el hielo del cisne y lo metí en un cubo sobre la mesa. Coloqué todo en orden, pasando sobre tu cadáver sin tocarte ni un ápice y tras dar un agudo grito que le heló la sangre a los vecinos, llamé a la policía.
El papel de esposa desconsolada se me dio de puta madre. 
"Llegué a casa, y mi marido estaba ahí tirado. La ventana estaba abierta, me asusté muchísimo. Oh ¿cómo puede haberse muerto? Hoy celebrábamos nuestro 25 aniversario, los invitados, los cócteles... siempre era tan atento conmigo".
Los policías examinaban tu cuerpo. La palabra delincuente esporádico salió de sus bocas.
-¿Quiere una copa inspector? ¿Quizá un whisky con hielo?




This is a fucking desease

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