domingo, 8 de enero de 2012

Doña

Imaginaba que las partes que mas miedo daban de mi vida eran las que ocurrían por la noche, cuando a penas hay luz y te quedas a solas con tus historias, dolorosas. Cuando abres esas puertas durante el fallido intento de dormirte. El frío viene de dentro. El miedo es la triste comitiva.
Pero no. Era de día. Nada de penumbra, nada de bosques sombríos. No había sol cayendo o saliendo. No estaba a solas en una habitación ni huyendo. 
Estaba en mitad de una calle. Gente ajena a mi caminaba rodeándome. Para ellos era un estorbo momentáneo.
Nunca más iban a verme, ni a sentirme a su alrededor. Tampoco iban a recordarme. Que triste y pasajera era mi existencia para ellos. Y la suya para mi.
Eran olas en el mar. Llegarán y se lo llevarán. Salpican cuando pueden. Pero nunca se mantienen y siempre vuelven al mar donde nunca mas se sabe de ellas.
Me picaban los ojos por tenerlos tanto tiempo abiertos. 
Había un gato en una ventana, asomado. Con esa estúpida mirada de indiferencia que tienen los gatos. No sabia de que color era, ni el tamaño aproximado. Solo sabia que sus ojos se clavaron en los míos unas milésimas.
Yo seguí mirando en su dirección. Incomodandolo. Y como todos hacemos cuando vemos un gato dije:
-Psbsbsbsbsbsbs








A la mar, que es el morir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario