miércoles, 1 de junio de 2011

Soy de oro y brillo. No quiero nada que tenga que ver conmigo.

La oscuridad la envolvía. Estaba acurrucada al pie de la escalera, pero ella no lo sabía porque no veía nada. Se agarró las piernas y tembló. Se pasó un poco de pelo detrás de la oreja. Miraba a todas partes nerviosa, buscando un punto de luz sobre el que guiarse. Algo.
Las paredes que se pegaban a su espalda semidesnuda parecían empapeladas hasta mitad del muro. El suelo estaba hecho de baldosas de cerámica muy fría. Solo podía pensar una cosa: "aún vivo".
Abrió su mente. Empezó a pensar en su vida; "soy estúpida, nunca he sabido elegir entre dos cosas, siempre es el mismo problema, las decisiones". Temblaba un poco y seguía: "solo puedo decir que sigo viva, aunque aquí dentro eso no me sirve para nada".
De pronto oyó una puerta abrirse y cerrarse despacio, como con intención de que no se notificara la entrada de alguien en la sala. Entonces empezó a llorar en silencio. Estaba allí.
Pasos, ¿dónde estaban los pasos?. A penas podía oírlos. Venían de una de las habitaciones contiguas pero no había forma de saber de cuál. Intentó calmarse. Entonces lo oyó:
- Cuando te encuentre, tu alma va a abandonar tu cuerpo. Y desde donde estés podrás ver como abro tu pecho, destrozo tus pulmones y saco tu corazón. Lo voy a mirar con asco y desprecio, voy a llamarle cosas horribles. Después voy a tirarlo al suelo y voy a pisarlo hasta que el tejido cardíaco se convierta en una papilla roja esparcida por este mismo suelo de baldosas. Más tarde si alguien me pregunta, diré que nunca conocí tu corazón, que nunca hablé para él, que nunca lo quise como el mio propio. 
La voz le era conocida. Muy apática. Intentando contener una carcajada, una risa demoníaca desde lo mas profundo de un alma destrozada por el desprecio y la envidia.
En mitad de la oscuridad la joven extendió los brazos y cuando bajó uno de ellos dio con el escalón. Con un momento de lucidez y desesperación empezó a subirlos. Empezó a contarlos muy rápido, intentando no tropezarse. Iba descalza y aquellos baldosines parecían no resbalar. Contados dieciséis se oyeron los pasos por detrás suyo. Más rápidos que los de ella.
Con un grito contenido de angustia apretó el ritmo. Los escalones no acababan. Un jadeo a su espalda implicaba la terrible realidad de que la iba a coger. 
De pronto un súbito parón. No había escalón. Con un grito gélido cayó a lo infinito del vacío. 
- Así te sentirás como me sentí yo.






You are so wonderful tonight 

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