Esas luces crepusculares entraban por la fina ventana de tu habitación casi con pereza, disimuladamente. El monstruo estaba al acecho y no podías evitarte.
Tu llevabas horas haciendo cosas por tu cuarto. Habías robado una cinta adhesiva de color blanco y estabas tapando el espejo de pie apoyado en tu pared. Riiisssssss (trozo de cinta que se despegaba, desprendiendo cierto olor a plástico nuevo).
Estabas casi sin ropa, murmurabas cosas sobre la verdad al desnudo. Cierto miedo te recorría al saber que junto con la noche iban a llegar tus miedos.
Cuando acabaste dejaste un único agujero sin cubrir.
Con sigilo y cautela avanzaste hasta él y miraste al interior.
Hiciste extraños movimientos para intentar ver a través del agujero como eras, pegándote mucho al frío cristal desconociendo la gravedad de tus actos.
Te fuiste alejando hasta que tu cara cupo en el orificio.
Y llegó el fin de la eternidad.
Para siempre es mucho tiempo
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