martes, 5 de julio de 2011

Son las cosas que se hacen por amor.

El otoño barría las calles con un viento que recordaba aún al no lejano verano. Las hojas se movían al compás del aire caliente. Amanecía despacio, sin importar el lugar. La luz llenaba poco a poco esas aceras grises con tonos malvas. Un grupo de casas esperaba los primeros rayos de cara al este.
Una figura negra anduvo en esa dirección. Fijó su objetivo en una mujer apoyada contra un muro. El pelo empapado enmarcaba una cara de horror que helaba la sangre. Cuando la vio llegar su mueca se torció aún más. Abrió la boca en un intento desesperado por hablar. Se giró hacia la pared y un vómito sanguinolento cayó sobre las baldosas de piedra del suelo. Llorando ella cayó también.
Se apoyó contra el muro y observó a la mujer que con una larga capa negra arrastraba almas.
- Has venido...- el miedo era palpable en los ojos de la chica. Estaba sucia y no había dormido en días. Su ropa colgaba sobre su escuálido cuerpo.
La mujer con movimientos sinuosos, extrajo un pedazo de papel escrito con tinta negra. Su voz gélida trepanó los tímpanos de aquel despojo de la humanidad. Bajó los párpados y escuchó la clara y recriminante voz que la sentenciaba.
- Llevas seis días sin comer. Aproximadamente dos sin dormir. Has tomado drogas, pastillas y alcohol. Tu cuerpo intenta echar a tu alma de ahí dentro. Has convertido tu estructura en algo deforme y poco salubre. 
La chica, visiblemente alarmada se intentó incorporar. Tenía la imperiosa necesidad de huir, pero el suelo la atrajo más.
- Ya se te advirtió en otra ocasión, que si no volvías a tu vida normal no tendrías vida
- No quiero morir- el suelo la abrazó. 
- Antes de que te atrape el sueño eterno, dame una razón por la que llegaste a este extremo. Quiero comprender la estupidez humana, quiero saborear ese instante en el que vendiste tu alma.
Entré susurros habló;
- El precio de la belleza es casi tan alto como su recompensa.
Lloró desconsoladamente a los pies de la sentencia. Suplicó por su vida, por otra oportunidad. Intentó asir la capa de la muerte, pero sus dedos huesudos a penas respondían. No quedaban más lágrimas. El amanecer llegaba a su fin
Con los ojos muertos y la cabeza ladeada la encontraron. Estaba tirada en el suelo, un perro había orinado a sus pies, con cierto desprecio y placer en ello. Dentro de su boca más tarde encontrarían un trozo de papel en el que estaba escrita una lista de la compra.








Till the end.

No hay comentarios:

Publicar un comentario