martes, 9 de agosto de 2011

A más no poder

La pared estaba rugosa al tacto. ¿A caso era piedra pintada?. Una fina capa de pintura color hueso aburría el panorama.
Una mujer pasaba distraídamente el dedo por encima de aquel muro. De su boca salía una melodía distraída que recordaba a tiempos mejores.
Su mente divagaba sobre los temas dolorosos y tristes vividos en su corta existencia. Era tan tangible aquella pared. Cansada y distraída. Aburrida.
Se paró en seco y puso una mano sobre aquella textura suprema que la envolvía poco a poco. Que rugoso y especial.
¿Que pared era aquella?¿A dónde daba?¿Que contenían esos muros?
Años pasando por delante de aquella pared, tan bella y tan rugosa. Tan real y tan definida, limitada.
El muró retumbó. La envolvía el movimiento palpitante.
De pronto se asustó. Aquello no era normal. La pared se oscurecía, se desenfocaba. Reculó unos metros.
Su espalda dio contra un muro. Blanco hueso, rugoso, pintura sobre piedra fría.
El encierro se volvía realista por momentos. No recorría la pared, la encerraba.
Esos muros contenían el miedo, que ahora se resquebrajaban, dejando salir a la mujer asustada e irracional, por tanto tiempo atrapada.


De pronto despertaste con el corazón en un puño. Tenías miedo. Ya no respirabas tan bien.
- Mazzel, ¿estoy aquí?
Me mirabas con los ojos vacíos. Te acaricié la cabeza.
- No pequeña, pero no falta nada.


Buried alive

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