jueves, 19 de mayo de 2011

Avalanchas de ellos

Su locura estaba llegado al extremo. Era espeluznante lo que estaba haciendo en la cocina de su casa. Hacía tiempo que sus padres se habían ido de allí y que ella estaba sola. Yo intentaba llenar ese hueco. 
Aquel atardecer estaba volviéndose rojizo cuando entre por la puerta de la ya mencionada cocina y Mazzel me miró con sus ojos bien abiertos, expectantes.
El espectáculo era digno de ver: con las tijeras en la mano derecha se cortaba el dedo meñique de la izquierda, bajo horribles dolores y charcos de sangre. Se regeneraban a los pocos minutos, y los iba colocando en fila. Al menos había veinte deditos.
- ¿Hasta donde llega mi regeneración?
- Eres inmortal, llega hasta el fin.
Acaricié su pelo e intenté quitarle las tijeras de la mano.
- ¿Hasta cuando?¿Y cuando ya no haya tierra?¿Nos regeneraremos y estallaremos en décimas de segundo con infinitos dolores?¿Así hasta el infinito?
La sombra de la locura acampaba poco a poco en sus ojos. Yo lo había visto venir y no lo había evitado.
- No tendremos descanso eterno, no hay vuelta atrás. Somos locas, por imaginar que podíamos enfrentarnos al universo solas, por ese miedo estúpido a la muerte. ¿DÓNDE ESTÁS AHORA QUE TE NECESITO? Siempre a mi vera desde mi nacimiento, siempre conmigo; se llevó a mis hermanos, se llevará a mis padres. Pero a mi me ignora. No atiende a mis súplicas. Muerte, muerte... haz la excepción y llévame contigo.
- Shhh.. suelta las tijeras. Mazzel, piensa en todo lo bueno que nos queda por vivir.
Dejando el dedo número veintidós sobre la mesa abandonó las tijeras. 
- Podría llenar este mundo con mis pequeños dedos. Se producirían avalanchas de ellos. Tan perfectos...¿Dónde están mis pintauñas?




Hay una abeja muerta debajo de mi mesa.

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