Aproximadamente a las doce del medio día entré en la habitación. Estabas sentada en la cama. Tenías un cuchillo en la mano y habías abierto una corte limpio sobre tu muslo derecho, perpendicular a tu fémur.
Estabas llorando porque te había dolido, también estabas desnuda y también estabas haciendo algo que hacías todos los lunes a medio día; escribías.
Cuando te percataste de mi presencia, soltaste aquel arma y metiste el dedo en la herida. Con el dedo color granate escribiste sobre las sábanas blancas una M. Repitiendo esta operación y silbando cada vez que lo hacías, a su lado dibujaste un símbolo del infinito.
- Así te quiero.- abriste mucho los brazos, como para simular una cantidad de amor.
Pude ver como tu herida desaparecía y como, con el muslo lleno de sangre, te ponías de pie sobre la cama, temblando un poco.
- Por qué el infinito? no eres infinita.
- Tonta tonta.- torciste la cabeza y te tambaleaste hasta mis brazos. Sentí tu gélida piel, aun más blanca que de costumbre.
- No eres infinita. Aunque no mueras nunca, el sitio sobre el que estás desaparecerá alguna vez. Puede que solo estemos tu y yo para verlo.
- El infinito no es para medir el tiempo que vamos a vivir, tu y yo, yo y tu, nosotras, juntas siempre; es un símbolo que dice cuanto te quiero.
Seguías atrapada en mis brazos, manchándome con tus mentiras.
- No me quieres, soy lo único que tienes. Dentro de nada ya podrás librarte de mi.
- Ese día, le iré restando números al infinito. Prométeme que el universo va a esperarnos.
I will clim the hills
"le iré restando números al infinito"
ResponderEliminarme quito el sombrero, señorita