viernes, 4 de marzo de 2011

Dolor

Aproximadamente a las doce del medio día entré en la habitación. Estabas sentada en la cama. Tenías un cuchillo en la mano y habías abierto una corte limpio sobre tu muslo derecho, perpendicular a tu fémur. 
Estabas llorando porque te había dolido, también estabas desnuda y también estabas haciendo algo que hacías todos los lunes a medio día; escribías. 
Cuando te percataste de mi presencia, soltaste aquel arma y metiste el dedo en la herida. Con el dedo color granate escribiste sobre las sábanas blancas una M. Repitiendo esta operación y silbando cada vez que lo hacías, a su lado dibujaste un símbolo del infinito.
- Así te quiero.- abriste mucho los brazos, como para simular una cantidad de amor.
Pude ver como tu herida desaparecía y como, con el muslo lleno de sangre, te ponías de pie sobre la cama, temblando un poco. 
- Por qué el infinito? no eres infinita.
- Tonta tonta.- torciste la cabeza y te tambaleaste hasta mis brazos. Sentí tu gélida piel, aun más blanca que de costumbre. 
- No eres infinita. Aunque no mueras nunca, el sitio sobre el que estás desaparecerá alguna vez. Puede que solo estemos tu y yo para verlo.
- El infinito no es para medir el tiempo que vamos a vivir, tu y yo, yo y tu, nosotras, juntas siempre; es un símbolo que dice cuanto te quiero.
Seguías atrapada en mis brazos, manchándome con tus mentiras.
- No me quieres, soy lo único que tienes. Dentro de nada ya podrás librarte de mi.
- Ese día, le iré restando números al infinito. Prométeme que el universo va a esperarnos. 




I will clim the hills

1 comentario:

  1. "le iré restando números al infinito"

    me quito el sombrero, señorita

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